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9.11.13

El Optimismo del Cristiano


Testigos de Cristo Resucitado.El verdadero significado de la vida, don de Dios, es que como cristianos somos o debemos ser testigos de Cristo Resucitado, esperanza del mundo, es decir que nuestra mirada debe estar más allá de las realidades terrenas. El Papa Francisco nos recuerda al respecto que en nuestras elecciones, en nuestros comportamientos, en nuestras palabras y acciones debemos mostrar y manifestar nuestro ser de resucitados.
Cuando somos auténticos creyentes de la Resurrección de Cristo tiene verdadero sentido el optimismo que se traduce en una fe práctica en Dios uno y trino. Hoy día es común que se valore  esta actitud en todos los ámbitos sociales, sin embargo los optimistas de este mundo parten de la seguridad que surge de la vanidad, de su orgullo y falta de unidad. El cristiano es optimista y vive en plena esperanza porque nos sostiene la fe en Jesús Resucitado. Un cristiano sabe enfrentar las pruebas, las dificultades y los retos, siempre con serenidad y esperanza en el Señor.
La primera lectura que hemos escuchado en éste domingo sobre el relato de los Macabeos, nos edifica, nos impulsa a vivir una fe autentica, viva, coherente, integra. Recordemos cual fue la respuesta de los hermanos: “dispuestos a morir antes que quebrantar la ley de nuestros padres” dice el primero; “”tú nos arrancas la vida presente, pero el rey del universo nos resucitará a una vida eterna puesto que moriremos por fidelidad a sus leyes” y continúa el siguiente de los hermanos diciendo “vale la pena de morir en manos de los hombres cuando se tiene la firma esperanza de que Dios nos resucitará. ¿Cómo permanecer indiferentes frente a éste relato?
Ante el texto de la primera lectura que hemos escuchado, que es un relato de vidas vividas plenamente como un don de Dios, no se puede permanecer indiferente. Ante tata fe y valentía parece necesario tomar conciencia de cómo también en nuestros días muchos hermanos nuestros viven sin escatimar nada y dando a la vida un verdadero valor de eternidad.
Hace muchos años Pablo VI, cuando aún era arzobispo de Milán, ponía de manifiesto  el preocupante desinterés de muchos que son incapaces de fijar su mirada y fincar su interés vital más allá de las cosas que éste mundo ofrece. Ligereza de pensamiento, llevar la vida en forma irresponsable, sumidos en el sensacionalismo irracional, unas de las tentaciones de nuestro tiempo. Nos hace falta cultivar profundos ideales, hemos confundido la libertad con indecisiones o libertinajes. Urge fundar nuestras obras y sentimientos, construir nuestra vida personal y social teniendo como fundamento la Palabra de Dios, que es la que nos fortalece.
Hoy, en el evangelio, Jesús responde a una pregunta que le hacen los saduceos, quienes afirman que no hay resurrección. Cristo les dice a ellos y nos recuerda a nosotros que “Dios no es Dios de muertos sino de vivos” En nuestro mundo en ocasiones llenos de oscuridades y penumbras, de mentiras y sinsabores, hay muchos hombres y mujeres viviendo la propia existencia en la esperanza del “después”, en la certeza de la resurrección. Baste pensar en tantos consagrados religiosos y religiosas, llamados por Dios a hacer de la vida un continuo diálogo con Él, considerado como el único bien por el cual vivir y si es preciso morir por conquistar. También muchos laicos que sin ser noticia, dan testimonio de Cristo Resucitado viviendo la vida como el único camino que nos conduce al cielo.




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