Pbro. José de Jesús Palacios Torres
A lo largo de los últimos años ha crecido el interés y la sensibilidad social hacia temas relacionados con el cuidado del medio ambiente, nadie niega en nuestros días que estamos ante un tema de capital importancia, ya que hablamos ni más ni menos, que de la conservación del orden natural, del cuidado de la madre tierra, casa común de los hijos de Dios. El Santo Padre manifestó, en su visita pastoral a Francia con motivo de los 150 años de las apariciones de nuestra Señora de Fátima, su preocupación por la conservación del medio ambiente, así como ya lo había hecho ante millones de jóvenes en Sidney. La destrucción de la capa de ozono, los incendios forestales, la escasez de agua, la contaminación ambiental, la deforestación, el reciclaje, entre otras, son ya expresiones que forman parte de nuestro vocabulario cotidiano, lo cual significa que poco a poco nos vamos haciendo concientes de que el equilibrio ecológico es esencial para la supervivencia de todas las especies, incluida la humana, la cual es quizás la única capaz de terminar incluso con ella misma.
Dentro del movimiento ecológico hay que tener presente, sin embargo, las diferencias notables y concepciones antropológicas de fondo. Bajo un concepto “antropocentrismo tecnocrático” el movimiento ecológico ve a la naturaleza como una fuente inagotable de recursos y concibe al hombre al centro de la la misma, el cual con la técnica establece un dominio sobre ella atribuyéndose el derecho justificado de un abuso excesivo de los recursos naturales. El supuesto derecho de abusar nace de los primeros filósofos de la modernidad, por ejemplo, Descartes dividía al hombre en res cogitans (cosa que piensa) y res estensa (cosa material). La materia ha de ser dominada por el pensamiento. Otros filósofos han afirmado que el fin último del conocimiento es el dominio, mientras que antes se entendía el conocimiento como medio para contemplar la verdad. Esta mentalidad utilitarista ha provocado los excesos, muchos desastres ecológicos actuales tienen su origen en éstas ideologías. Cierto que el hombre es el centro de la creación, pero hay diversas formas de concebir y realizar este dominio de la naturaleza.
El “biologismo”, considera al hombre como un elemento más de la naturaleza, el hombre es una parte del ecosistema. Y algunos lo consideran como el elemento más negativo. Ciertamente es una visión incompatible con la visión cristiana porque, aunque el hombre es un elemento de la naturaleza, éste se encuentra por encima de la naturaleza con capacidades y destino superiores. Algunos autores de este pensamiento culpan a las tres grandes religiones monoteístas. Porque al afirman la existencia de un solo Dios personal creador del cielo y de la tierra y por lo tanto dejan de divinizar la tierra, concluyendo en consecuencia que se ha roto con los elementos que hacían que se respetara la naturaleza. Si así están las cosas estos tales sugieren romper con las causas que destruyen el ecosistema, principalmente: disminuir la población y eliminar la religión. Estas ideas, que contienen mucho de panteísmo y de marxismo se han desarrollado principalmente en Australia y Nueva Zelanda. Por último, analizamos la “ecología personalista”: que ve al hombre como elemento de la naturaleza, pero al mismo tiempo lo concibe por encima de ella. El hombre es un espíritu encarnado, puesto por Dios en el centro de la creación para que la domine, pero con un dominio responsable. La naturaleza además no es solo una fuente de beneficios sino también un camino para encontrarse y reconocer a Dios. Es cierto que aun no siendo solo una fuente de recursos es ante todo un lugar de recursos; es necesario vivir y para vivir hace falta servirse de la naturaleza.
En la Biblia el libro del Génesis es como pórtico de entrada a la Historia de la Salvación, donde Dios se manifiesta como creador del escenario natural donde haría posible la vida culminando su magna obra creadora por puro amor con la creación del ser humano, varón y mujer. Como bien sabemos, los dos relatos del libro del Génesis nos sitúan en un autentico resumen de la fe en todo lo creado, puesto que lo hecho por Dios esta bien hecho, según la conocida formulación bíblica: “y vio Dios que todo era bueno”. El ser humana bíblico tuvo desde siempre un profundo sentido de pertenencia al medio natural, que conviene subrayar, es el escenario donde se desarrolla la Historia de Dios con su pueblo, y son muchos los testimonios en salmos y cánticos bíblicos que trasportan a nuestros días la certeza de que Dios está en sus criaturas, siendo el cántico de los tres jóvenes Macabeos quizás la manifestación más clara. “Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos…Cielos bendecid al Señor, Aguas todas del Señor bendecid al Señor…Sol y luna bendecid al Señor, Astros del cielo bendecid al Señor, Lluvias y rocío bendecid al Señor, Fuego y calor ensalzadlo con himnos por los siglos…” Muchos siglos después sería San Francisco de Asís quien expresaría este mismo sentir dándole forma poética en su famoso cántico a las criaturas.
El seráfico Padre contemplaba en profundidad cuanto le rodeaba como oportunidad única para ascender desde la inmanencia de las cosas al Divino Autor. Las fuentes franciscanas ofrecen el retrato de un hombre absorto en la contemplación del medio natural como suma expresión de la existencia de Dios. Son muy conocidas sus opciones a favor del medio ambiente: predicar a las aves, no cortar por completo el tronco de los árboles, ofrecer grano a las aves por los caminos y miel a las abejas en los inviernos, entro otras cosas. Todo ello contribuye enormemente a que San Francisco sea un personaje medieval que en nuestros días goza de gran actualidad y estima, hasta el punto de haber sido nombrado patrono de los ecologistas. En los ultimas décadas han surgido muchos movimientos de corte ecológico e incluso no católicos bajo la inspiración de Francisco de Asís.
Los cristianos católicos de hoy no podemos quedarnos al margen de esta sensibilidad ecológica de nuestros tiempos, deberíamos convertirnos en una voz amable que se eleve a favor de la tierra que se ve con frecuencia amenazada por el descuido y la negligencia o la mala intención de quienes no la respetan ni la aprecian, salvo para obtener algún rendimiento económico. Es nuestro deber promover entre todos un sentir solidario en el tema ecológico, transmisión de valores ecológicos a través de los medios de comunicación, asumir y promover la cultura del reciclaje, a la hora de elegir comprar un automóvil optar por el menos contaminante, apostar por productos ecológicos, asegurándose que no sea solo asunto comercial, no consumir especies animales en peligros de extinción, adquirir productos reciclados como el papel y el vidrio, reutilizar papel escrito solo por una cara, no ensuciar el medio natural, utilizar productos de limpieza biodegradables, compartir lo que tenemos con los más pobres, celebrar en nuestra liturgia eventos relacionados con el medio ambiente, por ejemplo las jornadas mundiales declaradas por la ONU ( 22 de marzo día internacional del agua, 22 de abril día de la tierra, 22 de mayo día internacional para la diversidad biológica, 5 de junio día mundial del medio ambiente, 17 de junio día internacional contra la desertificación, 16 de septiembre día de la protección de la capa de ozono.) Recuerda que el que no aporta soluciones es parte del problema.