El siguiente escrito, fue el último artículo que redactó nuestro Padre Obispo Lázaro Pérez Jiménez, colaboración que cada quincena hacía para el periódico diocesano REDES, que tanto amó y promovió, mismo que después se reenviaba a otras tres publicaciones para que también lo reprodujeran, es bien sabido que tenía una excelente relación con los medios de comunicación , incluyendo sus mensajes por radio, los cuales grababa personalmente y supervisaba con todo cuidado que fueran enviados a Celaya, San Miguel Allende y San Luis de la Paz; por supuesto, siempre tuvo predilección por su propio medio escrito, nuestro periódico diocesano, al cual se dedicó con amor, como con todo lo que hizo durante su vida. Este árticulo fue leído en la misa de recepción de sus restos. Es su testamento y nuetro reto: El evangelista S. Juan nos ha dejado dos textos que, si bien es cierto que están dirigidos a todos los creyentes, tienen especial relevancia para los pastores, aquellos que por un llamado particular reciben de Jesús el mandato de apacentar a las ovejas del rebaño en su nombre. Tomando en consideración la mala experiencia de los pastores del antiguo testamento que obligó a Dios a lanzar palabras duras contra ellos por boca del profeta Ezequiel, surgió, al mismo tiempo, la promesa de que a futuro Dios mismo apacentaría a su pueblo: “Ustedes son mis ovejas, las ovejas que yo apaciento , y yo soy su Dios”, Ezequiel 34, 31.
No cabe duda de que cuando Jesús se refirió a sí mismo como el pastor bueno, (Jn. 10) la comunidad de San Juan, aquella a la que el evangelista hablaba en circunstancias delicadas, de inmediato pudo captar que el mensaje estaba íntimamente vinculado a la promesa hecha por Dios. Jesús era el pastor esperado por el pueblo en momentos en que los pastores de su tiempo habían abandonado irresponsablemente a las ovejas y éstas se encontraban a mereced de ladrones y bandidos. Jesús, por el contrario, daba testimonio de ser el buen pastor porque era cercano a su rebaño, conocía a sus ovejas y las ovejas lo conocían a él, las llamaba por su nombre y las ovejas lo seguían. Pero lo más sorprendente era que este pastor bueno estaba dispuesto a dar la vida por sus ovejas.
Este texto trato de meditarlo con frecuencia, en especial, cuando me encuentro en las visitas pastorales, no porque crea que pueda repetir a Jesús, sino porque es la oportunidad que el pueblo católico tiene para comprender a Jesús en lo más propio de su persona y misión. Entender la relación entre la oveja y el pastor bueno, relación que conlleva a un mutuo conocimiento al grado de que el pastor conoce a cada oveja por su nombre y así la llama, es tanto como sentirse en las manos de un Dios que todo Él es misericordioso y nos toma de la mano para conducirnos por el camino de la felicidad única, que no tiene parangón con nada de este mundo.
El presente año declarado por el Papa Benedicto XVI como el AÑO SACERDOTAL, es un tiempo de gracia para reflexionar sobre muchas cosas relacionadas con el don del sacerdocio. Es la ocasión que se ofrece a cada obispo y sacerdote para hacer una amplia revisión de vida, un sincero examen de conciencia para, delante de Dios, preguntarse hasta qué punto y en medio de las limitaciones naturales, se ha sido fiel al don recibido sin mérito alguno. Convine indagar sobre cómo ha sido la relación con el pueblo de Dios, en especial, con los pobres y marginados. No puede faltar una sana revisión sobre nuestra vida de oración, la que alimenta nuestro espíritu y nos ofrece la gracia de entrar de lleno a la vida íntima de Dios. El obispo y el sacerdote saben por experiencia que el descuido de la oración sitúa a la persona consagrada en zona de muchos riesgos y graves peligros.
En particular, me alegra saber que el pueblo católico se ha interesado por sus pastores y por el cariño que les profesan participan en aquellos actos en los que la oración personal y comunitaria se dirige a Dios para orar por los sacerdotes. He podido comprobar esta actitud del pueblo que intercede por sus pastores y hasta me vienen a la mente dudas serias acerca de si los obispos y sacerdotes oramos con el mismo fervor y fe con la que oran nuestros fieles. Ellos son verdaderos maestros y testigos de fe y oración y, por tal motivo, estoy cierto de que Dios los escucha.
A raíz de la declaratoria del AÑO SACERDOTAL, han aparecido infinidad de publicaciones que giran en torno a la doctrina del sacerdocio, teniendo como referente a Jesucristo sacerdote. Dado que el presente año se enmarca dentro del ciento cincuenta aniversario de la muerte de San Juan María Vianey, más conocido como el cura de Ars, frecuentemente observamos la figura de este sacerdote cuya vida es luz y estímulo para quien, consagrado en el sacerdocio ministerial, opta por ser fiel a su vocación.
Gracias a este acontecimiento, nos hemos enterado que las dimensiones que se les ha querido dar a los escándalos de los sacerdotes, que son innegables, en realidad no reflejan toda la verdad objetiva. Los datos oficiales arrojan como cierto que sólo seis de cada cien sacerdotes han fallado a su compromiso. Cualquier infidelidad es dolorosa para la Iglesia; lo que no se vale es que por unos cuantos se pretenda generalizar y hablar como si todos los pastores (sacerdotes y obispos) sean un grupo de perversos hipócritas. Esta es una visión miope ajena a la realidad. El 94% de los sacerdotes han sabido vivir con dignidad el don.
Esta noticia me llena de gozo y esperanza particularmente porque tengo la misión de vivir cerca y acompañar con amor y respeto a los sacerdotes que el Señor me ha confiado en la diócesis. Los sacerdotes han sido siempre mi prioridad, en especial, en la vigilancia de su formación integral. No somos perfectos pero me parece que sabemos hacia donde caminar juntos como presbiterio.
Hay dos textos en el evangelio de San Juan que me inquietan. Juan 12, 45 dice que quien ve a Jesús ve también al que lo ha enviado. Y más adelante, en el capítulo 14, versículo 9 a petición expresa del apóstol Felipe que pide que Jesús le muestre al Padre, el Señor responde diciendo: “El que me ve a mí, ve al Padre”.
Y yo me pregunto: cuando los fieles nos ven a los obispos y sacerdotes, ¿a quien verán? ¿Somos los pastores el fiel reflejo de Jesús como éste fue de su Padre?
Esta pregunta por el bien del pastor y del pueblo exige una respuesta sin alguna ambigüedad.
+Lázaro Pérez Jiménez
Obispo de Celaya