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3.1.10

La “capital en movimiento”

Quizás es verdad que la política nunca se realiza por amor a la vida, pues en las últimas décadas en distintos países se ha verificado con políticos que sostienen guerras absurdas, provocando la muerte de personas inocentes; políticos que, cobijan situaciones de corrupción, golpeando con ello la economía de los más débiles; políticos que se han confeccionado un traje a la medida de “no discriminación” y de “respeto a las minorías”, armas eficaces con las que corrompen las costumbres de toda la raza humana. Todo esto mientras deberían ocuparse de “búsqueda del bien común”; entendido como el conjunto de condiciones de vida que permiten a los hombres, familias y asociaciones conseguir mas plena y fácilmente su propia perfección (Cfr. Gaudium et spes, 74).

Las urgencias sociales en el Distrito Federal se hacen presentes, a simple vista, hace unos meses organizaciones civiles demandaban una política pública de protección infantil y, la creación de un instituto de la infancia, aún no concluía el año ya se notificaba el incremento al metro y la gasolina; así, mientras que la población ve con lejana esperanza que con las uvas de año nuevo llegue también el aumento de salarios, verifica con amargura el aumento de la tortilla,(producto básico para el mexicano). Y mientras toda la población clama por políticas de seguridad, salen a relucir las agendas, relojes y fiestas sindicales de los senadores, quienes por cierto aprendieron bien los discursos de austeridad de algunos gobiernos del pasado.

Lo anterior no significa que el gobierno del Distrito Federal no trabaje, claro que estaba muy ocupado, aunque sus preocupaciones no fuesen procurar el bien común, sino el de ciertas minorías, pues abrieron su paraguas de arco iris, para aprobar la legalización de los matrimonios entre personas del mismo sexo en el Distrito Federal. La Gaceta oficial del DF difundió las modificaciones de ley entre las que se destaca la redefinición de matrimonio, pues según el artículo 146 “Matrimonio es la unión libre entre dos personas para realizar la comunidad de vida, en donde ambos se procuran respeto, igualdad y ayuda mutua. Debe celebrarse ante el Juez del Registro Civil y con las formalidades que estipule el presente código”; porque según los legisladores con ésta reforma colocarían a la capital entre “las mejores ciudades y los mejores países del mundo”, o bien como el secretario de turismo del DF, quien afirmó que “el DF se sumará a capitales como Buenos Aires, Nueva York, San Francisco y Toronto, que reciben millones de dólares de inversión y divisas de derrama económica por la actividad turística especializada en la comunidad lésbico-gay”.



Lo cierto es que se ha llegado a perder de vista que el Estado esta ordenado a la realización del bien común, se ha llegado a perder de vista que el derecho positivo nace para salvaguardar el derecho natural, por eso cuando el legislador observó a lo largo de los años y en todas las culturas, que el matrimonio es una institución natural que se construye mediante el amor complementario y fecundo entre un hombre y una mujer, y que llega a plenitud en la procreación de una familia, estableció la necesidad de preservar ambas instituciones naturales dentro del derecho positivo.

La palabra matrimonio tiene su origen en el derecho romano, fue una institución a favor de los derechos de la mujer, e incluso etimológicamente, matrimonio viene del latín matrem (madre) y de monium (calidad); de modo que desde el punto de vista de toda lógica, al hablar de matrimonio entre personas del mismo sexo, entramos en un absurdo en términos; toda vez que el derecho positivo no puede anular el derecho natural, y jurídicamente una aberración por el simple hecho de que las leyes no pueden cambiar la naturaleza humana.

Pareciera que los sueños del italiano Gramsci se están cumpliendo, pues educación y leyes se han transformado en la herramienta con la que algunos grupos han puesto en marcha un eficaz intento de corromper las costumbres de toda la raza humana, vaciándola de sus valores y sustituyéndolos por otros nuevos a su antojo.