“Ante una orden de matar que de un hombre debe prevalecer la ley de Dios que dice “no matar”… Nadie esta obligado a obedecer una orden contra la ley de Dios… una ley inmoral nadie tiene que cumplirla…” Fue la última vez que habló ante su pueblo, su última homilía…a 29 años de su muerte, su mensaje orientador y el testimonio de pastor siguen vigentes.
24 de marzo de 1980, lunes de la última semana de cuaresma, Oscar Arnulfo Romero arzobispo de San Salvador, estaba celebrando la misa en la Iglesia del Señor del hospitalito. Apenas había terminado la homilía el francotirador disparó un solo tiro, monseñor Romero calló derribado a los pies del altar. Pastor preocupado por su pueblo, profesaba gran amor a los Papas, especialmente a Juan Pablo II, de grande fidelidad al magisterio de la Iglesia. Entre sus carismas: la predicación y un gran corazón abierto a las necesidades de los más pobres. No era un político como algunos han querido verlo instrumentalizando su nombre. Monseñor Romero era un obispo y un pastor, que encontraba fortaleza en su oración, en la que inspiraba sus decisiones y de donde obtuvo la fuerza para enfrentar la muerte que sabía cercana.
El papa Benedicto XVI nos recuerda en su encíclica Dios es Amor, “Un estado que no se rige según la justicia se reduce a una gran banda de ladrones, lo dice citando a San Agustín, o “la política se dedica al orden justo de la sociedad y del estado o se convierte en opresión y abusos del poder”. En nuestros días y ante la fiesta cívico – política de las próximas elecciones en nuestro país, conviene recodar aquellas palabras de Monseñor Romero, que ante la sombras de una ideología miope afirmaba “no comprenden que el pastor tiene que hablar de política no porque es político sino porque desde el dinamismo de Dios la política también cae bajo el domino de Dios”.
La misión del Pastor es la de ser fiel a la Palabra, al mensaje que no se puede alterar, mensaje que a unos y a otros les dice lo bueno que hacen y las injusticias que cometen. Un verdadero profeta no es el que ignora la realidad de su entorno sino el que la orienta con la luz del evangelio. El pastor, responsable de un pueblo, de una comunidad que quiere encarnar la historia de la salvación, no puede dejar de hablar de las realidades económicas y políticas, es su deber iluminar estas realidades con la luz del evangelio. La Iglesia de Dios acompaña y defiende al pueblo no importando su color o posición política…